jueves, 18 de septiembre de 2014

Cerraré mis ojos para que nadie me vea

Cerraré mis ojos para que nadie me vea
Me mantendré lejos del que me pide una moneda
No miraré más al hombre que extiende su mano indigente
Ni posaré mi mirada en el limpiaparabrisas adolescente
Apuraré el paso cada vez que una anciana me suplique en la vereda

Ocultaré mis ojos de la desagracia ajena
Construiré mi muralla para que por ellos no entre en mí la tristeza
Que de ningún modo me envuelva la incertidumbre y la impotencia
Rechazaré la angustia de mi ambiguo corazón para que viva sin pena
Sin remordimientos cerraré mis ojos para que nadie me vea

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Me detendré sólo cuando mis pies afligidos me pesen
Buscaré quién me mire cuando no tenga rumbo ni estación mi alma
Anhelante correré tras el anciano solitario, tras la paloma herida
Bajaré la cima, me internaré en la selva, naufragaré con ansias
Ansias de encontrarme, de mirarme en el espejo de otros ojos

Ojos que calmen el abandono y la incomprensión
Miradas que devuelvan el significado de tener compasión
Cruzaré el desierto extraviándome en espejismos
Ilusionándome con mirar los más leves movimientos
Evocaré ese mundo de miradas que me hacían importante por momentos

Abriré los ojos muy grandes para aspirar el perfume de la vida
Me sostendré sin rendirme en las estaciones tardías
Soportaré miradas esquivas esbozando muecas restándome honores
Y presiento que entonces al fin comprenderé que las miradas mejores
Se encontraban reposando calladamente, sutilmente a mi lado.

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