Creo que el cristianismo es en principio una elección sobre
a quién vamos a servir, y es que nadie puede servir a dos señores. Seguir fluctuando
entre dos pensamientos nos lleva a la duda, a la confusión y al error (básicamente
son dos, los cuales se ramifican en “n” pensamientos y “n” caminos, tema de
reflexión posterior, entendamos que para efectos didácticos se redujo a dos). El
camino es uno, es angosto, escarpado y difícil, es soledad, es desilusión, es
aflicción, es cansancio, se nos dijo con antelación, ¿cuál es la sorpresa? Ninguna
novedad hay. Somos peregrinos, nuestra ciudadanía no está en la Tierra, así que
avanzamos hacia una nueva tierra, la prometida, para ello se nos pide
desestimar lo que dejamos atrás, entonces el pasado se convierte en una carga
que hay que soltar, puede que se duela nuestra alma, el pasado es nuestra
historia, nuestra lucha, parte de nosotros, pero soltar nos abre la puerta a la
unión con el intemporal y atemporal soberano Dios, en quien reside el a tiempo
y el destiempo, el todo y el nada, el ayer, el hoy y el mañana, el Eterno que
nos llama a no volver la cabeza para mirar atrás, a no anhelar lo perdido, a
liberarnos del pasado para estar en condiciones de ver lo que tenemos por
delante, para vivir cada momento de presente que es fugaz y pasa en un pestañeo,
momentos que son ladrillos para construir el futuro glorioso. La gloria de
conocerle a Él, de entenderle, de habitar en su presencia. Nada se compara. Hay
preguntas sin respuesta, pretender saberlo todo es humanamente imposible, el
método científico aún resulta insuficiente. La fe es la que nos mueve, que no
es fe ciega, es fe cierta, puesta en una persona, en el creador de todo, el que
sustenta todas las cosas de forma inexplicable para nosotros los mortales, que mediante
nuestro lenguaje conocido nos perdemos en la magnificencia divida. La fe que
nos susurra en el interior que para entender primero hay que creer. Es la regla
del juego, a cada uno le toca elegir, es la opción. ☺mega